por José Ernesto Monzón
Sololá, rinconcito divino,
realidad de mis sueños febriles,
mi cantar me lo dieron tus flores
tus mujeres bonitas y el inquieto Átitlán.
Sololá, en tu lago sublime
y volcanes azules encontré inspiración,
tienes tú, mujercitas sublimes
adorables y bellas que son mi adoración.
Para ti voy cantando estos versos
y con fiesta en el alma te traigo esta canción,
la robé de tu lago tan bello,
pero a cambio de ello
te dejé el corazón.
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